jóvenes pertenecientes al movimiento nacional-socialista de Chile comandados por el teniente de las TNA Gerardo Gallmeyer Klotze, intentaron provocar un golpe de estado contra el gobierno de Alessandri, para que Carlos Ibañes del campo llegara al poder.
al fracasar en el intento, se refugian en el edificio de la caja del seguro obrero. los testigos del lugar dieron aviso al cabo de carabineros Jose Luis Salazar Aedo que pasaba por el lugar, este saco su arma de servicio para intimidar, uno de los nacista al verlo abrió fuego contra Salazar, el que herido de muerte logro avanzar hasta la vereda norte de la moneda, frente a la intendencia, cayendo muerto, alarmando a todos los presentes.
el presidente ordeno llamar al comandante en jefe del ejercito Oscar Novoa, General Director de Carabineros Humberto Arriagada, a la Escuela de Carabineros con todo su armamento, al jefe de la Guarnición Militar y al de Investigaciones.
mientras un pequeño grupo de nacistas llego hasta las oficinas de transmisión de "radio hucke" y tomándose los equipo anunciaron a todo santiago "!ha comenzado la revolución¡".
Arturo Alessandri Palma alertado por los disparo, observo desde la Moneda al carabinero Salazar caer muerto, salio con rapidez al exterior para obtener información de los testigos.
el presidente ordeno reducir a los grupos extremistas antes de las 16 horas, de lo contrario intervendría el ejercito.
El grupo que se encontraba en el edificio no considero el peligro de los francotiradores, aun que el único muerto por ello fue Gallmeyer.
al mismo tiempo treinta y dos jóvenes tomaban rápidamente la casa central de la Universidad de Chile, Este grupo fue dirigido por Mario Pérez,Tomaron de rehén al Rector Juvenal Hernández Jaque y otros empleados que sesionaban en la Junta del Estadio Nacional (complejo deportivo que estaba a punto de ser inaugurado). fue llevado desde la Sala del Consejo de la Casa Central hasta un lugar seguro para él y para su secretaria, por Parada y otros siete u ocho nazistas. Todos los demás, incluyendo los presentes
en la reunión, fueron expulsados hasta la calle Alameda, seguidos del tronar de las pesadas puertas que se cerraron herméticamente a sus espaldas.
os rehenes liberados de la Universidad informaron de los hechos a Carabineros, quienes rodearon el edificio. Cerca de las 13 horas comenzó un tiroteo que hirió a dos oficiales: el teniente Rubén MacPherson había sido alcanzado en ambas piernas, mientras que el capitán del Grupo de Instrucción, Dagoberto Collins, fue herido en el tórax por un proyectil. Estos fueron llevados a la asistencia público; La calma comenzó a restaurarse relativamente y los muchachos empezaron a salir en fila cerca de las 14:40 horas. El rector de la casa de estudios, Juvenal Hernández, asomó ileso a la calle, junto a su secretaria, luego del cautiverio.
Los detenidos de la Universidad comenzaron a ser obligados a marchar en fila en un extraño ir y venir por las calles del sector. Al pasar por la puerta de Morandé 80, el general Arriagada, al ver a los rendidos exclamó: "A estos carajos me los matan a todos".
Los jóvenes marchan fuertemente custodiados junto al edificio del seguro, una vez más, para intentar persuadirlos de deponer definitivamente el combate. Mientras, éstos continúan atrincherados y detonando explosivos de bajo poder por el eje de la escalera. Las balas siguen en el vaivén, pero la resistencia es cada vez menor. Ya desarmados, los golpistas capturados fueron puestos contra la pared del sexto piso, todos con las manos en alto. Un pelotón de armas comenzó a apuntarles al cuerpo desde ese momento. El nerviosismo y la angustia cundieron más aún entre todos, pues podían percibir que el ambiente no parecía ser el de una rendición que terminara pacíficamente.
Alrededor de las 17:30, los jóvenes estaban entre el sexto y el quinto piso. Algunos, sabiendo su destino, comenzaron a cantar el himno de combate de las Tropas de Asalto. En un momento, una ráfaga de rifles cayó sobre todos los rendidos, de cuyos cuerpos, brotó un río de sangre que escurrió escaleras abajo. Fueron repasados y despojados de sus pertenencias de valor.
Alrededor de las 17:30, los jóvenes estaban entre el sexto y el quinto piso. Algunos, sabiendo su destino, comenzaron a cantar el himno de combate de las Tropas de Asalto. En un momento, una ráfaga de rifles cayó sobre todos los rendidos, de cuyos cuerpos, brotó un río de sangre que escurrió escaleras abajo. Fueron repasados y despojados de sus pertenencias de valor.
Para ocultar la masacre, los cuerpos fueron arrastrados al borde de la escalera, para dar la impresión de haber sido muertos en combate, o por los disparos hechos desde fuera del edificio. O que se habían baleado entre sí, cuando se usó a los rendidos de la Universidad como parapetos de los policías.
De los 63 nacistas chilenos que protagonizaron los hechos del 5 de septiembre de 1938, solo sobrevivieron cuatro: Hernández, Montes, Pizarro y Vargas. Todos los demás, fueron asesinados. Sus cadáveres fueron sacados del edificio del Seguro Obrero a las 4 de la mañana y trasladados al Instituto Médico Legal. Desde allí fueron rescatados por sus compañeros y familiares, a quienes se les prohibió velarlos. Solo podían llevarlos directamente desde la morgue al cementerio.